La isla de Juan Fernández está rodeada por el mar y los mitos. El último de ellos cobra vida estos días en el disparatado proyecto para la búsqueda de un tesoro tan legendario como imposible. Los cazatesoros pretenden agujerear la roca madre de la isla y meter excavadoras en un entorno protegido , tras conseguir un permiso parcial del Gobierno de Sebastián Piñera . Una mezcla embriagadora de «fake news», documentos que absolutamente nadie ha visto y ensoñaciones sobre cientos de barriles de oro, esculturas aztecas, anillos papales , la llave del Muro de las Lamentaciones (más sic) y copas doradas con incrustaciones de bezoar.
Informaron con una lancha de su catástrofe y les fue enviado a los supervivientes «socorro de bastimentos, pues nos hallavamos sin ninguno en aquel despoblado». También valora que en campañas llevadas a cabo hace unos años se encontraron un botón de traje de la Armada Española , unas monedas y restos de una pipa maya. Pero Bilbao cree que son elementos suficientes para intentar horadar la roca madre .
De La Leyenda Al «fake News» En El Tesoro De La Isla De Juan Fernández
Para poder ver los vídeos de las mejores canciones en YouTube, necesitás 8+ y JavaScript. En la increíble carta que mantiene el Fichero General de Simancas, en el legajo 392, fechada en La Habana en el mes de octubre de 1715, el capitán Alonso de Armenta cuenta al virrey de Novedosa España, el duque de Linares, «la lastimosa notizia dela pérdida de nuestra flota». Cuenta la partida el 24 de julio y de qué manera embocaban «con felizidad el Canal de Bahama». A la altura de 28 grados trataron de capear un fuerte viento de noreste, pero «no se pudo hallar por el bastante mar que mettía y lo que por instantte cresía el viento con tan enorme vigor que nos hizo desarbolar sacándonos los golpes de mar la gente de los combeses». Todos y cada uno de los navíos «se hicieron quartteles (añicos) menos el de Don Miguel de Lima que quedó entero si bien realizando mucha agua».
Y no falta un navegante español traicionando su deber y poniendo aquel tesoro en las mejores manos inglesas libres. De ese secreto parte la obsesión de Keiser , que impulsa el polémico proyecto desde 1994 y que ahora ha levantado la indignación de arqueólogos y autoridades forestales . Gracias a su amistad con Felipe Ward, de hoy ministro chileno de Bienes Nacionales , Keiser termina de lograr un permiso para llevar perforadoras y retroexcavadoras a la isla, que es un parque nacional y reserva de la biosfera . El Instituto de Arqueólogos de Chile ha rechazado tajantemente el amparo dado por el Estado al proyecto. Ten en cuenta que el permiso para una excavación arqueológica solo lo puede dar el Consejo de Monumentos Nacionales y que Keiser no tiene calificación académica.
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¿De qué manera dar crédito a quienes defienden, sin aportar pruebas, que el tesoro mítico de la isla Juan Fernández lo habría traído Juan Esteban Ubilla y Echeverría? ¿De qué manera escaparía con un galeón cargado desde México hasta Chile y retornaría después en menos de un año para naufragar y fallecer en frente de Cabo Cañaveral? Lo toman por corsario en el momento en que de todos modos fue un general de galeones, entre los máximos cargos de la Armada. Bajo su responsabilidad, en 1715, partió de Veracruz la infortunada flota que resultó machacada por un huracán.
Y Ubilla pereció con su nave, como muchos capitanes españoles. Raimundo Bilbao, un amigo de Bernard Keiser –que no deseó hablar para ABC–, es habitante de la isla y admite que la introducción de la maquinaria de construcción «puede ser un inconveniente», pero en todo caso «Keiser piensa emplearla en una región sin vegetación ». Desde el punto de vista isleño, «hay una falta de comunicación entre el señor Keiser y las autoridades, porque parece que hay elementos que dejan deducir que ese tesoro fue sepultado dos veces aquí», afirma. «Se ahogaron el general Don Juan de Ubilla, D. Joseph Delgado y Ayala, mi compañero, el Maestre de plata de la Capitana, Piloto mayor, su acompañado y más de doscientas personas de esa Capitana». En suma, mil cadáveres hundidos o flotando entre los restos de madera y llegando a la costa.