Parsifal Leyenda

Wagner escogió el simbolismo católico pues pensó hallar en él para su drama la expresión más intensa y más definitiva de la compasión. Viendo a Parsifal arrimarse, Klingsor convoca en su castillo a su esclava Kundry a fin de que seduzca al entrometido. Con la lanza de Amfortas en su poder, busca hacerse con el Grial destruyendo a Parsifal, en quien reconoce al salvador de la orden. En el jardín mágico de Klingsor, las muchachas flor intentan apresar a Parsifal, pero desaparecen en el momento en que Kundry se muestra y trata de seducirle con el recuerdo de su madre. Cuando Kundry se dispone a besarle, el joven retrocede, comprendiendo al fin el secreto de la herida de Amfortas y su propia misión.

Sólo la realmente bien definida figura de María Magdalena como pecadora arrepentida era lo suficiente fuerte como para reaparecer en una generación posterior en la figura de Kundry. Su idea del poder de redención del amor puro de una mujer, tal como se ve en Senta y Elisabeth, quedó enriquecido y profundizado por la ideología cristiana, y en el final de su historia, se transformó en la iniciativa de “redención de todo el mundo por la compasión”, revelada a él en su refugio de Zurich en aquella mañana de Viernes Santurrón. Todo ello aparece bajo forma musical en el Acto III de Pársifal en la mañana de Viernes Santo, sección con la que empezaban sus bocetos. La historia cuenta la caída del castillo-templo donde se custodia el Grial por una comunidad fundada por Titurel, ahora anciano. Gurnemanz y sus dos escuderos observan pasar a Amfortas, hijo de Titurel, para curar sus lesiones. Amfortas es el guardián del Santurrón Grial, el cáliz sagrado que recogió la sangre de Cristo en la Cruz.

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Un pescador sobre una balsa lo transitaba tranquilamente sobre un delicado oleaje. Era un hombre anciano que parecía enfermo, pero sin embargo se mostraba amable. Y al poco tiempo, llegaba a hasta un valle, donde se sorprendía con un caballero armado de color colorado, a quién le preguntaba dónde podía localizar al Rey Arturo. Es bien difícil corroborar que el Cáliz que se conserva en Valencia sea el mismo que utilizó Jesucristo en la última cena, pero podría tratarse del que se relata en Parsifal, dado que Wagner lo sitúa en España. En la época en que este Cáliz se custodiaba en San Juan de la Peña, monasterio oscense, reinaba en Aragón Alfonso el Batallador llamado en algunos documentos aquitanos “Anfortius”.

Relación Con España

Y Gurnemanz, pese a su avanzada edad y de sus muchos años de experiencia, no lo comprende y lo echa. Esta profunda entendimiento nacida de la piedad tendrá un efecto asombroso en Parsifal en el momento en que repudia a Kundry, una vez que esta, le haya besado y revelado tanto su nombre como la desaparición de su madre. A diferencia de Schopenhauer, de quien era discípulo, Wagner pone la compasión sobre la renuncia, en tanto que el coche-sacrificio es esencial para una compasión mucho más profunda, cosa que no ocurre del revés.

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El paralelismo con el personaje de Amfortas probablemente no es mucho más que una casualidad que algunos investigadores trataron de cuadrar para afirmar que el Beato Grial de la leyenda medieval, recreado por Wagner, es el que se custodia en Valencia. Según F. R. Tranchefort, Parsifal representa, mediante un hecho simbólico, lo esencial de la religión wagneriana. Religión que añadiendo a la leyenda céltica elementos orientales, maniqueos o cátaros combina espiritualidad cristiana y tradición esotérica. La primera ópera que resultó de su lectura fue Lohengrin y después Parsifal.

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Y ni bien daba vuelta por los bosques y su imagen se perdía entre algunos descorazonados árboles, Herzeloide – cuyo nombre significa mal de corazón – caía fallecida de tristeza y mal. Esta última propuesta entronca con la historia de historia legendaria del milagro del Beato Grial de O Cebreiro, divulgada en Europa, que relata como un día de invierno con una fuerte nevada en estas tierras, un vecino del pueblo de Barxamaior subió, como es costumbre, a percibir misa a pesar de las inclemencias meteorológicas. El sacerdote considera que se expuso a morir en el sendero solo para arrodillarse ante algo de pan y de vino.

El “Parsifal” wagneriano, en cambio, forma parte a los misterios de una cultura un tanto iniciática y que en nuestro país no ha pasado de un conocimiento esporádico. Pero no olvidemos que la acción de la última obra de Ricardo Wagner tiene rincón en Monsalve o Montserrat en la España gótica, e inclusive el castillo encantado de Klingsor, aquel que aparece del tiempo, procede de la otra raíz que es la España mora. [newline]Recordamos asimismo la sucesión de leyendas que formaron los manuscritos del Conde Potocki y su Manuscrito encontrado en Zaragoza cuando España se veía como un espacio intemporal, donde todo lo mágico y lo inmaterial podían tener asiento. Un antropólogo tan popular y estimado como Claudio Levi Strauss ha visto en los orígenes de “Parsifal” distintas opciones. Se mencionó igualmente de orígenes iraníes; las leyendas, lo hemos dicho en otra ocasión se interfieren y la palabra Graal es también la palabra “cráter”. En cualquier caso los símbolos fálicos pueden introducirse en todas y cada una estas fórmulas de conocimiento. Pero quizás sea la mitología céltica por medio de su concreción en la Galia y también Irlanda, “Nuadu” rey pescador se semeja tanto al personaje de Anfortas, la que sea la base fundamental de toda esta leyenda, que ya se ha convertido en una oración o en un misterio sagrado y también iniciático.

Parzivalel Caballero Del Santo Grial!

Gurnemanz cuenta a sus caballeros de qué forma Kundry, al servicio del mago Klingsor sedujo a Amfortas, y como éste fue herido por el mago. En la lucha Amfortas perdió la Lanza Sagrada que usó Longinos para herir a Cristo crucificado. Para lograr sanar sus heridas, Amfortas debe frotarlas con la Lanza, pero únicamente un hombre fácil transformado piadosamente en sabio podrá recobrarla. Gurnemanz, en este momento un viejo eremita, halla a la arrepentida Kundry desvanecida al lado de un matorral. Gurnemanz le quita la armadura y Kundry le lava los pies, secándolos con su cabello.

Carne y espíritu, esta integración querida, esta integración deseada por el hombre en su interrogación personal, sigue siendo entre los misterios del “Parsifal” exangüe escrito por un hombre que veía acercarse el desenlace de su vida. Pero aquel día, no era una día común… ¡era la mucho más hermoso de las días que Parsifal había visto! El sol relucía incandescente sobre los empinados y distinguidos árboles, y sus sombras se acostaban enteras sobre los verdes campos, descansando su fugaz presencia. Hacia allá iba Parsifal, como todas y cada una de las tardes, hacia el bosque, único anfiteatro natural de juegos, y centro de su apreciado recinto, con la voluntad habituada y su afinado paso que agradecía al suelo que pisaba. Nada le agradaba más que saborear las horas allí, probando puntería con su arco y su flecha, sintiéndose uno con la densa arboleda circundante. Sin embargo esa sensación de unicidad no le duraría un buen tiempo; Un rayo de luz resplandeciente lo sorprendía abriéndose paso entre los árboles y lo empujaba hacia atrás.

De todos modos, es aquí cuando el procedimiento de entendimiento propio de Parsifal hace aparición por primera vez. “No os solicito que entendáis, mi querido señor, les solicito que no procuréis entender”. Mauric Barrés escribió que no es el padecimiento de Amfortas ni sus lamentos ni sus manos desgastadas, con las que se oprime la herida de su pobre corazón humano, lo que nos hace llorar en Parsifal. Lo que en verdad nos conmueve, según él, es la glorificación del impulso primitivo en la personal de Parsifal, la ensaltación del individuo que está por encima de todas las reglas y con una propia ley. Todo lo opuesto – le tenemos la posibilidad de responder – es precisamente el padecimiento de Amfortas y lo que puede nombrarse la glorificación de la inocencia lo que nos hace llorar. Pero el Graal y los caballeros del Graal y Parsifal o Perceval son uno de los individuos mucho más importantes de una saga, la saga arturiana que es en este momento, con motivo de dos películas distintas pero importantes como “Perceval le gallois” o “Excalibur” un sujeto de atención por parte de los espectadores del mundo presente.

Tampoco lo había sido antes para muchos, en el momento en que el planeta tuvo ingreso por escrito a la leyenda. Los relatos cuentan que un editor corría entretenido a llevarle a Federico el grande, el nuevo libro de Eschenbach, y que éste al poco tiempo, ofuscado, lo llamaba, para ordenarle que no lo importune mucho más con semejantes insignificantes escritos. En esta última ópera Wagner regresa a la historia de historia legendaria del Beato Grial que ya había tocado en Lohengrin pero ahora como tema principal, consiguiendo un mayor tinte religioso. En ella presenta una historia de renuncia y redención mezclando símbolos del misticismo católico con medites pesimistas similares con la filosofía de Schopenhauer.