En conjunto, con frustración, comienza su fantasía amorosa, creyendo que esta mujer es el amor de su crónica. Era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramas. La noche estaba serena y bella, la luna relucía en su plenitud en lo mucho más prominente del cielo, y el viento suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.
Bajo mi punto de vista Bécquer ha llegado al corazón de todos con esta leyenda, puesto que no solo entretiene al lector, sino más bien por el hecho de que alguno puede sentirse reconocido con este tema. Bécquer ha captado muy bien la esencia de nuestra cabeza engañadora, mostrando al lector que no confundamos los sueños con la realidad. Su lenguaje romántico anima a proseguir leyendo la historia y saciar la curiosidad de entender, lo que por último pasa con Manrique.
En el momento en que ahora se encontraba atormentado llegó a una vivienda en la que había una luz encendida, conque decidíó que sería allí. Y aguardó toda la noche en la puerta hasta que en el final bajó alguien. Le preguntó por la mujer, y el dijo que allí solo vivía su señor don Alonso de Valdecuellos, que como estaba enfermo manténía la luz encendida toda la noche.
Esta es una leyenda hermosa, magnífica en la recreación de la disparidad. Manrique queda realmente bien retratado, así como su retardado descenso a la desesperación y la obsesión, llegando el propio lector a dudar de lo que es real y lo que no.
Resumen De El Rayo De Luna
La composición textual es narrativa y, por consiguiente, el registro es poético. En muchos ocasionas el narrador se distancia de lector empleando frases como “En la época a la que nos referimos”. Esto lo hace para fijar la separación de los tiempos; el presente y el tiempo en que tiene rincón la acción. Hace contraste entre una época mucho más vieja aun y “aún”, donde describe lo que todavía se encuentra intacto de aquella época.
Era a la noche; una noche de verano, tibia, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y sosiega, en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente. Era noble, había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito lamento de una trompa de guerra no le hubiese hecho levantar la cabeza un instante ni separar sus ojos un punto del oscuro pergamino en que leía la última cantiga de un trovador. Iba todos y cada uno de los días y hablaba con la misteriosa mujer de los ojos verdes, que nunca le respondía, hasta el momento en que un día le dijo que ella era un alma, y que vivía en el fondo de la fuente, y que si quería podía irse a vivir con ella en el fondo de la fuente. Fernando se aproximó a ella y le intentó ofrecer un beso y en el momento en que lo logró resbaló y cayó al agua y no salíó nunca.
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Manrique, que es un joven noble, poeta, soñador y solitario. Es un joven engañado que, abrumado por su soledad, cree ver a una hermosa pequeña perdida en la oscuridad de la noche, y es entonces cuando esta aparición lo conquista irremisiblemente. A través de su encanto inigualable efectúa un apego, una obsesión y fantasías increíbles con esta mujer que vive en su cabeza y en su imaginación. Todo esto prosigue hasta el momento en que puede entender el impredecible misterio de la mujer de sus sueños. Son 2 personajes paralelos, ambos procuran, pero en la situacion a) la búsqueda es racional, intelectual y busca la verdad para reportar al lector, muestra una actitud articulo-romántica y quiere que el planeta escuche la leyenda aunque duda de su probabilidad.
El arte está, por consiguiente, condenado a una perpetua insatisfacción, pues intenta lo máximo, pero jamás podrá alcanzarlo tan solo por medio de las débiles fuerzas humanas y de nuestro engañoso lenguaje verbal. Era un hombre encerrado en sí mismo, en su propio mundo. Amaba todo lo relacionado con la poesía; de ahí venía su carácter apartado, guardado. Eso le permitía desarrollar su sabiduría y también intelecto. El lector se mete en su personaje; siente y piensa como Manrique hasta el momento en que el personaje y el lector es uno.
– Secreto
Bécquer se identificaba con su personaje en el sentido de que, para él, también el poeta tenía algo de loco, de buscador de cosas imposibles, de expresiones que no existen, de sentimientos inefables. Para Bécquer, el arte poético es una pelea que no se puede ganar entre lo que es imposible decir y lo que el artista desea comunicar. Al inicio de esta historia de historia legendaria, Manrique piensa que todo es un cuento de hadas, cree en el amor y ve la vida como si se tratase de una cosa extraordinaria, llena de brillo y fantasía. La poesía es un término misterioso, es algo bien difícil de resolver, con distintas formas de interpretar y una forma diferente de emplear la mente y de meditar. A Manrique y a Bécquer les sucedía lo mismo, encontraban que las fuerzas humanas del artista son insuficientes para alcanzar el don divino de la creación artística.
Podemos encontrar además la función apelativa, esta también está en el prefacio “que a los que nada vean en su fondo, al menos podrá entretenerles un rato.” En este caso el emisor apela al lector que debe darse por aludido y buscar al “fondo” de la historia. Todas y cada una de las noches va al mismo rincón, pero ella no se vuelve a enseñar. Un par de meses después, una noche de luna llena, Manrique vuelve a ver a la inefable figura.
En efecto, Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiese deseado no tener sombra, por el hecho de que su sombra no le prosiguiese a todas y cada una partes. Los que les encantaría localizarle, no lo debían buscar en el anchuroso patio de su castillo, donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban a volar a los halcones, y los soldados se entretenían los días de reposo en afilar el hierro de su lanza contra una piedra. Su viejo hayo, Íñigo se puso en medio y le advirtió del riesgo, pero él no le hizo casó y se adentró, hasta que logró apresar el ciervo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. La estructura externa está dividida en un prefacio y siete capítulos, de los que dos de ellos no transcurren la misma noche y, además, sirven de epílogo.
El amor nos hace contentos pues la imaginación así lo desea pero, en esencia, el amor es un rayo de luna que perseguimos con ahínco, presos de nuestra propia mentira, y en el final desaparecerá ante nuestros ojos. Eventualmente, Manrique llega a una casa donde cree fervorosamente que vive esta figura blanca y llama a la puerta, pero quien abre es Alonso de Valdecuellos, un viejo montero del rey que está enfermo. Una calurosa noche de verano vio a una mujer que se dirigía al monasterio templario, la prosiguió por el camino e intentó comentar sobre ella.